El menor cayó por un orificio a un pozo de solo 25 centímetros de diámetro tras haberse desplazado con su familia para disfrutar de una paella con varios amigos en una finca situada entre Totalán y Málaga. Allí el pequeño jugaba cuando, de repente sus padres dejaron de verle y comenzaron a oir unos llantos desde el pozo, que pronto dejaron de escucharse.
Nadie esperaba el domingo 13 de enero que la llamada de emergencia al 112 solicitando un rescate se convertiría en una misión tan complicada. En un primer momento se introdujo un teléfono móvil con una cuerda para ver al pequeño que había caído, después se utilizó una cámara. Pero una de las peores noticias se confirmaba cuando esta había llegado a los 73 metros de profundidad: había un tapón de tierra que no permitía conocer con seguridad dónde se encontraba el pequeño.

Finalmente se optó por llevar a cabo un túnel paralelo al pozo donde cayó Julen
que permitiera, mediante una galería occidental, llegar hasta donde se
encontraba el pequeño. Más de 300 personas trabajaban por turnos desde
el domingo 13 de enero en el rescate del pequeño.

Los preparativos del terreno, incluidos los estrictos protocolos de seguridad para la fase final del rescate empezaron anoche. Y la alegría de todo el dispositivo empujaba a todos al momento decisivo de lograr una galería horizontal que diera el acceso al lugar donde estaría el pequeño. La peor noticia se ha confirmado solo unas horas después de que finalizara el encamisado del tunel. Unos momentos antes de hacerse oficial la noticia de que se había encontrado el cuerpo, en la casa en la que se encontraban los padres de el pequeño se vivían momentos de muchísima tensión cuando se les ha escuchado llorar y gritar "¡otra vez no!", posiblemente en referencia al otro hijo, de 3 años, hermano mayor de Julen, que la pareja perdió hace pocos años.
Fuente e imagen: ElConfidencial
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