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15/4/17

Réquiem por Corea del Norte

Aunque nos parezca mentira, los últimos 60 años han sido un remanso de paz en la larga y azarosa historia de Corea. Desde hace siglos esta pequeña península de poco más de 200.000 km2 (1/3 de la península ibérica) ha vivido a la sombra de grandes imperios como el chino, el japonés o el ruso. La división del país proviene de la última gran guerra, cuando EEUU ocupó la mitad sur y la URSS la mitad norte una vez los japoneses habían sido derrotados y expulsados. Los coreanos, en definitiva, lo único que hicieron fue cambiar una vez más de amo.

Hasta la fecha el único intento por reunificarla vino del norte y desembocó en una cruenta guerra de tres años que oficialmente no ha concluido. Se firmó un armisticio, el de Panmunjom en 1953, pero nunca se ha alcanzado un tratado de paz definitivo. Desde entonces han pasado más de 60 años y la cuestión coreana se ha quedado en el aire.

Durante los años de la Guerra Fría por razones obvias al alcance de cualquiera. El paralelo 38 era el equivalente asiático del telón de acero. Tras la caída del Muro de Berlín y la desintegración de la Unión Soviética el asunto siguió en espera de solución definitiva por dos razones principales. La primera el hermetismo del régimen norcoreano, completamente imposible de reformar y aislado del mundo, mucho más de lo que lo habían estado los países del bloque de este en Europa con la única excepción de Albania. La segunda por la presencia de China al otro lado de la frontera. China nunca ha simpatizado del todo con el extremista régimen de sus vecinos, especialmente desde la muerte de Mao en 1976, pero los sucesivos Gobiernos de Pekín siempre estuvieron interesados en su existencia porque servía de colchón frente a las numerosas tropas norteamericanas acuarteladas en Corea del Sur.


Podríamos concluir que, después de tanto tiempo, los de un lado y los del otro habían aprendido a sobrellevar ese anacronismo siempre y cuando se abstuviese de desarrollar armas atómicas y no ocasionara problemas en el vecindario. De ahí que los sucesivos acuerdos alcanzados con Corea del Norte (en 1994, en 2005 y en 2012) se resumiesen todos en el abandono del programa nuclear a cambio de ayudas económicas.

Pyonyang ha ido incumpliendo todos los acuerdos. Y el hacerlo tenía su razón de ser. Tanto Kim Jong-Un como su padre Kim Jong-Il han fundamentado su poder sobre la amenaza externa. Una de las claves que ha mantenido a la misma familia al frente del país durante tres generaciones ha sido la apelación continua a una guerra inminente. Por eso Corea del Norte está llena de uniformes. El ejército norcoreano mantiene en servicio activo a más de un millón de hombres y el Gobierno dedica a gastos relacionados con la defensa cerca de un 25% de la riqueza nacional. Es un país en pie de guerra y lleva así desde hace siete décadas.

El régimen a día de hoy se sustenta sobre tres pilares de los cuales solo puede controlar dos de ellos:

- El primero es una feroz represión interna que va desde el lavado de cerebro intensivo de la población hasta los campos de concentración inspirados en los laogai chinos para los disidentes más contumaces.

- El segundo la posesión de un pequeño pero disuasorio arsenal nuclear formado por unas 10-15 cabezas atómicas con las que no pueden alcanzar Portland o Los Ángeles pero si Seúl y cualquiera de las bases norteamericanas en Corea del Sur.

- El tercero el apoyo político y económico del Gobierno chino. El político está a la vista. El económico es fácil de comprobar en zonas económicas especiales como la de Rason, en la que multitud de empresas chinas han invertido varios miles de millones de dólares desde su establecimiento hace más de 20 años.

Luego si China retirase su apoyo al régimen solo le quedarían las otras dos. El arsenal nuclear podría ser neutralizado si los servicios de inteligencia estadounidenses tienen localizados los lugares exactos donde se almacena. Respecto al terror interno, los desdichados habitantes de Corea del Norte obedecen porque temen al Gobierno, no porque le amen. Algo similar a lo que sucedió en la RDA cuando el Muro se vino abajo en el 89. Los guardias fronterizos resultaron no ser tan fieros y los temidos agentes de la Stasi corrieron a esconderse demostrando ser tigres de papel.

En suma, que todo depende de China por lo que la pregunta que habría que hacerse es si China estaría dispuesta a dejar caer a su enojoso protegido. Si lo estuviese no sería gratis, obviamente. Celebrar la misa de Réquiem por la República Popular de Corea del Norte tendría un precio que necesariamente habría de pagar la otra potencia en liza, esto es, los Estados Unidos de América.

Y es en este punto donde aparece la hipótesis de la “finlandización” de Corea, un país capitalista y abierto comercialmente al mundo pero neutral. Esto tendría como consecuencia directa el abandono de las bases que EEUU tiene en Corea del Sur y su repliegue hacia Japón. Actualmente en Corea hay 30.000 efectivos norteamericanos repartidos por 36 bases a cargo de un general de cuatro estrellas. No es lo que se dice una presencia testimonial. Supondría, en suma, la retirada estadounidense del continente. Un espacio que simbólicamente vendría a ocupar China. Esto no creo que sea del agrado de los surcoreanos. A fin de cuentas EEUU es un socio confiable y, sobre todo, lejano. China, por el contrario, es un enemigo familiar y cercano.

En Japón, por su parte, tampoco caería demasiado bien la noticia de una hipotética retirada, ya que pondría en entredicho los compromisos adquiridos por Washington al final de la 2ª Guerra Mundial y sostenidos durante 70 años. No olvidemos que Japón desconfía tanto o más que Corea del Sur del creciente poderío chino. No sería extraño que pensasen que si los yanquis se han ido de Corea, ¿por qué no habrían de hacerlo también de Japón en un futuro próximo?

La cuestión coreana es espinosa y problemática desde cualquier punto que la abordemos. Ninguna de sus salidas es fácil. Quizá por eso mismo lleva tanto tiempo sin resolverse.

Fuente: diazvillanueva.com

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