La impresión 3D o impresión de objetos se está convirtiendo en una revolución silenciosa que cambiará muchas cosas en el futuro. Lo que comenzó como una tecnología para imprimir pequeños objetos de plástico a partir de un archivo tridimensional está empezando a saltar a otros ámbitos tan aparentemente lejanos como la medicina o la gastronomía.
Las impresoras 3D ofrecen, en primer lugar, precisión. En segundo lugar nos brindan la posibilidad de reproducir objetos manufacturados sin tener que transportarlos físicamente (sólo su materia prima), algo que no deja de ser una especie de sustituto del teletransporte. ¿Nos descargaremos en unos años los muebles de Ikea a nuestra impresora 3D? No lo sabemos, pero sí que conocemos estas otras iniciativas que dan mucho que pensar.
Imprimirnos la comida
Un futuro en el que los dependientes del restaurante de comida de turno sean sustituidos por una impresora no parece tan lejano tras ver el proyecto de Paco Morales, un chef español de Vanguardia y alumno de Ferrán Adriá. Morales se ha unido al estudio de arquitectos Green Geometry Lab para crear una impresora 3D de comida.
La gastroimpresora es en realidad una adaptación de la máquina de impresión 3D Open Source llamada Maker Bot. Morales y su equipo la han transformado con un nuevo cabezal e inyectores de gas para que sea capaz de imprimir con materiales comestibles fundentes como mantequilla, chocolate o queso.
El proyecto de Morales no es ni mucho menos el único. En el laboratorio Fab@Home de la Universidad de Cornell están experimentando con sustancias llamadas hidrocoloides. Bajo este nombre tan poco apetecible se ocultan geles comestibles que pueden mezclarse con vitaminas, sabores o nutrientes de una forma no muy distinta a la que ya conocemos en productos como las gominolas.
La impresión de hidrocoloides está orientada a dotar de un sistema automatizado de cocina a los astronautas del programa espacial, pero tiene decenas de otros usos para el sector alimentario industrial. Los investigadores de Cornell aseguran que no pasará mucho tiempo antes de que la impresión 3D se una a otros métodos de cocción y montaje para crear una máquina doméstica en la que sólo necesitaremos pulsar el botón ‘hamburguesa’. Algo nos dice que pasaremos de que al dependiente se le olvide la salsa barbacoa a que se agote el cartucho con ese condimento.
Imprimirnos la casa
Lo de descargar, previo pago, e imprimir las piezas necesarias para montar un taburete de Ikea tampoco suena tan raro después de ver el proyecto de Janjaap Ruijssenaars. Este arquitecto holandés trabaja en la construcción de todo un edificio mediante impresión 3D.
La casa, que se asemeja a una enorme cinta de Möbius, no está confeccionada en el mismo plástico que las impresoras 3D domésticas sino en una variante del cemento compuesta por polvo y un agente aglomerante. La impresora es capaz de imprimir piezas de hasta seis por nueve metros y ha sido diseñada por el experto en robótica italiano Enrico Dini. Ruijssenaars asegura que la resistencia de las piezas así confeccionadas es idéntica al de materiales de construcción convencionales. Más aún, aunque la idea es realizar las piezas por separado, su autor asegura que la máquina, unida a un sistema móvil, podría imprimir la estructura de la vivienda de una sola vez.
Mientras el bueno de Janjaap termina su obra, la NASA investiga la posibilidad de arañas mecánicas gigantes se encarguen de la construcción de la primera base permanente en la luna. La clave, de nuevo está en que no hace falta llevar toda la materia prima. Una resina para aglomerar el polvo rocoso de la superficie lunar permitiría a robots todoterreno dotados de impresoras 3D imprimir bloques y montarlos en bases con forma de cúpula. Después tan sólo habría que llevar la maquinaria para hacer funcionar la base.
Si podemos imprimir con cemento, nada impide que imprimamos los muebles con resinas en distintos acabados. La gran pregunta es si acabaría generándose una ‘piratería de objetos’ basada en planos descargados de internet.
Imprimir nuestros órganos
El último gran uso para la impresión 3D es probablemente el más futurista y consiste nada menos que en imprimirnos a nosotros mismos o más concretamente a nuestros órganos. La impresión de repuestos vivos aún está lejos por la dificultad que supone integrar las distintas estructuras, pero el primer paso ya está dado.
Este primer paso no es otro que la impresión de células madre embrionarias, un avance desarrollado por la Universidad Heriot Watt de Edimburgo. Las células madre embrionarias tienen la facultad de replicarse indefinidamente y de adoptar cualquier estructura celular para crear distintos tejidos. La técnica de impresión 3D de este tipo de cultivos abre las puertas a toda una nueva generación de tejidos para trasplantes que no causan rechazo en el paciente. Quien sabe si en el futuro podremos imprimir un brazo idéntico al que llevamos con nuestro propio material genético.
Fuente: xataka
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