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19/4/19

Portugal en la reserva: ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?

De un día para otro, Portugal ha entrado en reserva. Más de dos tercios de las gasolineras tienen desabastecimiento de gasóleo o gasolina, los aviones que despegan de Lisboa o Faro tienen que parar en Sevilla a repostar y los lusos, temerosos de que sus planes de Semana Santa se vean afectados, son capaces de hacer 120 kilómetros para ir a Badajoz a llenar el tanque. Ésta es la estampa actual al otro lado de la frontera, donde crece con el paso de las horas una crisis energética que el martes por la mañana nadie imaginaba, pero que ahora amenaza con paralizar el país. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?

Quién empezó todo

Los convocantes son el novísimo Sindicato Nacional de Transportistas de Materiales Peligrosos, creado el pasado noviembre y que, de momento, es una estructura independiente de centrales sindicales. Su naturaleza es confusa en un país repleto de sindicatos –hay profesiones que tienen hasta tres– y la prensa lusa les define como “una nueva cara del sindicalismo portugués, inorgánico y no alineado (por lo menos aparentemente)”.

Esta novedad explica porqué nadie sabía que se acercaba una huelga, pese a que entregaron el pre-aviso el 1 de abril. No fue hasta la semana pasada, de hecho, cuando el Gobierno, por fin consciente de las consecuencias que podía tener el paro, decretó unos servicios mínimos –tras constatar que los implicados no lograban hacerlo– que este miércoles se han comprobado insuficientes.

El sindicato, con casi mil socios, persigue que se reconozca la especialidad de estos transportistas, a cargo de materiales sensibles, y con ello obtener mejores condiciones laborales (denuncian trabajar entre 15 y 18 horas diarias) y sobre todo salariales. Sostienen que su salario base actual es de 630 euros mensuales. La patronal, aglutinada en la Asociación Nacional de Transportes Públicos Viales, niega este extremo y asegura que su salario base supera los 1.400 euros, una cifra alta en Portugal, donde los salarios medios rondan los 800 euros.

El fracaso de las negociaciones entre ambos es el responsable de esta huelga, que comenzó el lunes y, según los convocantes, se prolongará por tiempo “indefinido”.

Cómo se ha descontrolado todo

Nadie los tomó en serio. Ésta es la gran explicación para comprender cómo una huelga avisada hace 17 días ha obligado este miércoles a que dieciséis aviones con salida desde Lisboa y Faro hayan tenido que parar apenas una hora después del despegue en Sevilla para conseguir repostar. Las colas para acceder a gasolineras han sido kilométricas desde poco antes del amanecer y en el Algarve hay taxis que ya no circulan.

La señal de alarma vino desde el propio Gobierno alrededor del mediodía de este martes. El titular de Economía, Pedro Siza Vieira, dejó claro a periodistas que “si no fuera retomado el abastecimiento en las próximas horas, podríamos tener perturbaciones en la operación aérea”. Era una reacción que salía al paso de la alerta emitida por los gestores de los aeropuertos del país, que sabían que no llegaba combustible a Faro desde la medianoche anterior y estaban usando reservas.

La tensión crece durante el martes, las filas se incrementan en las gasolineras a lo largo de la tarde y finalmente el Ejecutivo da el golpe de efecto al inicio de la noche: aprueba la intervención de la huelga, una medida que busca garantizar, so pena de graves sanciones a los trabajadores, el abastecimiento total en instalaciones básicas, como hospitales y aeropuertos, en el área metropolitana de Lisboa y Oporto, y que las gasolineras tengan al menos 40% de su capacidad cubierta. Además, declara la situación de alerta por crisis energética, lo que le permite convocar a militares y otras fuerzas de seguridad para que sean ellos los que transporten el combustible. El descontrol del miércoles prueba que no ha bastado ante unos ciudadanos que, temerosos, han acabado por colapsar ese 40%.

De un día para otro, Portugal ha entrado en reserva. Más de dos tercios de las gasolineras tienen desabastecimiento de gasóleo o gasolina, los aviones que despegan de Lisboa o Faro tienen que parar en Sevilla a repostar y los lusos, temerosos de que sus planes de Semana Santa se vean afectados, son capaces de hacer 120 kilómetros para ir a Badajoz a llenar el tanque. Ésta es la estampa actual al otro lado de la frontera, donde crece con el paso de las horas una crisis energética que el martes por la mañana nadie imaginaba, pero que ahora amenaza con paralizar el país. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?

Quién empezó todo

Los convocantes son el novísimo Sindicato Nacional de Transportistas de Materiales Peligrosos, creado el pasado noviembre y que, de momento, es una estructura independiente de centrales sindicales. Su naturaleza es confusa en un país repleto de sindicatos –hay profesiones que tienen hasta tres– y la prensa lusa les define como “una nueva cara del sindicalismo portugués, inorgánico y no alineado (por lo menos aparentemente)”.

Esta novedad explica porqué nadie sabía que se acercaba una huelga, pese a que entregaron el pre-aviso el 1 de abril. No fue hasta la semana pasada, de hecho, cuando el Gobierno, por fin consciente de las consecuencias que podía tener el paro, decretó unos servicios mínimos –tras constatar que los implicados no lograban hacerlo– que este miércoles se han comprobado insuficientes.

El sindicato, con casi mil socios, persigue que se reconozca la especialidad de estos transportistas, a cargo de materiales sensibles, y con ello obtener mejores condiciones laborales (denuncian trabajar entre 15 y 18 horas diarias) y sobre todo salariales. Sostienen que su salario base actual es de 630 euros mensuales. La patronal, aglutinada en la Asociación Nacional de Transportes Públicos Viales, niega este extremo y asegura que su salario base supera los 1.400 euros, una cifra alta en Portugal, donde los salarios medios rondan los 800 euros.

El fracaso de las negociaciones entre ambos es el responsable de esta huelga, que comenzó el lunes y, según los convocantes, se prolongará por tiempo “indefinido”.


Cómo se ha descontrolado todo

Nadie los tomó en serio. Ésta es la gran explicación para comprender cómo una huelga avisada hace 17 días ha obligado este miércoles a que dieciséis aviones con salida desde Lisboa y Faro hayan tenido que parar apenas una hora después del despegue en Sevilla para conseguir repostar. Las colas para acceder a gasolineras han sido kilométricas desde poco antes del amanecer y en el Algarve hay taxis que ya no circulan.

La señal de alarma vino desde el propio Gobierno alrededor del mediodía de este martes. El titular de Economía, Pedro Siza Vieira, dejó claro a periodistas que “si no fuera retomado el abastecimiento en las próximas horas, podríamos tener perturbaciones en la operación aérea”. Era una reacción que salía al paso de la alerta emitida por los gestores de los aeropuertos del país, que sabían que no llegaba combustible a Faro desde la medianoche anterior y estaban usando reservas.

La tensión crece durante el martes, las filas se incrementan en las gasolineras a lo largo de la tarde y finalmente el Ejecutivo da el golpe de efecto al inicio de la noche: aprueba la intervención de la huelga, una medida que busca garantizar, so pena de graves sanciones a los trabajadores, el abastecimiento total en instalaciones básicas, como hospitales y aeropuertos, en el área metropolitana de Lisboa y Oporto, y que las gasolineras tengan al menos 40% de su capacidad cubierta. Además, declara la situación de alerta por crisis energética, lo que le permite convocar a militares y otras fuerzas de seguridad para que sean ellos los que transporten el combustible. El descontrol del miércoles prueba que no ha bastado ante unos ciudadanos que, temerosos, han acabado por colapsar ese 40%.

Conductores esperan una larga cola para poder llenar de gasolina los depósitos de sus vehículos, este miércoles en Lisboa. (EFE)
Conductores esperan una larga cola para poder llenar de gasolina los depósitos de sus vehículos, este miércoles en Lisboa. (EFE)

¿Y ahora qué?

Todo se juega en las reuniones que el Gobierno del socialista António Costa se apresura ahora a convocar para desatascar una situación que ya amenaza directamente a la Semana Santa. En Portugal es festivo solo el viernes santo, y se espera que ya a lo largo del jueves haya masivos desplazamientos por carretera, pero no es ésta la única preocupación.

La interrupción del transporte ha afectado además al gas, y restaurantes y hoteles se están quedando sin reservas para poder garantizar agua caliente en los baños o incluso cocinar. Una situación especialmente complicada fuera de Lisboa y Oporto –donde además no se han aplicado los servicios mínimos decretados este martes por el Gobierno, al menos de momento–, a la sazón los sitios más buscados en los últimos tiempos para escapadas de Semana Santa: el Algarve, Braga, Coimbra…

El gas también ha provocado que la empresa de refrescos Sumol+Compal haya interrumpido su producción en la fábrica de Almeirim, fuera del área metropolitana de Lisboa. El stock les salva, de momento, de que ello se traduzca en una escasez en el supermercado.

Fuente e imagen: ElConfidencial

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