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29/1/17

El artesano que embellece el tiempo.

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—No lo he conseguido encontrar. Lo que sí conservo es la primera correa de reloj. La hice para mí.

Trabajar de noche en una gasolinera deja mucho tiempo libre. El suficiente como para que una mente inquieta y unas manos artesanas aprendan un oficio. El aburrimiento es el aliciente perfecto. Cogió un guante de albañil de su tío y lo transformó en uno de cetrería. De eso hace más de veinte años. El guante debe estar en algún rincón, no sabe dónde. Lo guarda en su mente, como una impronta de sencillez. La que caracteriza a Jacobo Ramírez, el álter ego de Jacobstraps.

Con una tasa de paro de más del 30%, parece difícil imaginar que la capital de las Nuevas Poblaciones pueda ser, también, la de la exclusividad. Sin letreros en la puerta, como una cochera más, el carolinense trabaja en el mayor de los anonimatos. Ajeno a que su nombre circula por todo el mundo y a que el arte que sale de sus manos lo lucen los bolsillos más exquisitos, Jacobo sigue vistiendo su bata azul de artesano y mima, hasta el extremo, cada una de sus correas. Así es Jacobstraps, la sastrería de la alta relojería, como alguien le bautizó un día.

Reconoce sus correas por televisión. Los acuerdos de confidencialidad le impiden confesarse. Profesional hasta en el noble arte de guardar un secreto. Entre sus clientes, usuarios de Rolex, que customizan sus correas con el sello del carolinense. O nombres tan exclusivos como uno de los socios de la casa de apuestas por internet, Bwin. Hasta Australia le manda sus diseños. Panerai, Crepas, Pedro Izquierdo, y correas personalizadas para clientes directos poseedores de marcas muy exclusivas, como Audemars Piguet, Zenit, Jaeger lecoultre, Tag Heuer, Omega, Breitling, Bell&Ross, IWC Ingenieur, IWC Big Pilot, IWC Portugues. Es su currículum.
Hasta llegar aquí, hasta tener una lista de espera de tres meses y trabajar para las casas más exclusivas, su fórmula ha sido de lo más sencilla: prueba y error. Su lema es Satisfacción cien por cien. Sí, en mayúsculas —no es un error gramático—, así lo escribe él. Después de más de 1.700 clientes, la experiencia es un grado.

—No hay un libro que te diga cómo hacer las cosas. Soy autodidacta y lo poco o mucho que sé lo comunico. Prueba y error.

Aprendió solo, de noche, en una gasolinera. Los camioneros fueron sus primeros clientes. Un restaurante, su primer expositor. Todavía recuerda su nombre, Paco. Él le encargó su primera correa y a partir de ahí, todo fue rodado.

—Montaron una empresa especializada en La Carolina. Como conocían mi trabajo, me contrataron de aprendiz. Después llegué a ser jefe de producción y encargado del diseño de nuevos artículos.

Pero su futuro no estaba allí.

UN EMPRENDEDOR CON LAS IDEAS CLARAS

En 2006 dio el salto. Creó su propia empresa. A los dos años de estar en funcionamiento, más o menos, Jacobstraps cambió de rumbo. Fue gracias a Paco. De trabajar con artículos de caza, guantes de cetrería, etcétera, viró a su destino final.

—Llegó este cliente y me preguntó que si podía fabricarle una correa para su reloj. Le dije que sí, y el resultado fue muy satisfactorio.

A partir de ahí, empezó a investigar y a fabricar correas por su cuenta. En su mente un objetivo claro, intentar conseguir los mejores resultados. Lo logró. El cliente empezó a enseñar su trabajo a otros aficionados a los relojes. Lo mostró en el mayor mercado del mundo, internet. El boca a boca en la red fue —y es— el mejor agente comercial.

Jacobo Ramírez, álter ego de Jacobstraps. Foto: Esperanza Calzado

Cuando se le pregunta cuánto tiemplo emplea en cada una de las correas, Jacobo Ramírez es incapaz de contestar con una cifra. Depende de múltiples factores. El diseño, el anclaje al reloj o el tipo de piel. Mínimo tres horas para la pieza más sencilla. Pero las más complicadas, las que tiene que diseñar de cero y hacer los patrones, le pueden llevar varios días. Desde 60 euros hasta 250 euros, el cliente de Jacobstraps  aspira a un diseño personalizado. El usuario se mide la muñeca y elige todos los detalles, desde el largo y el grueso, hasta el ancho, el color de hilo, del forro o el tipo de piel.

—Son piezas únicas. Cada cliente tiene una que se adapta a su muñeca.

Tampoco cesa de buscar los mejores materiales, tanto en piel, como en adhesivos —de fabricación exclusiva para Jacobstraps— o hilos. Emplea el mejor material de España, pero también de otros puntos, como Italia.

Con tal apuesta por la calidad, lo que le diferencia del resto del mercado, no es de extrañar que puedan verse correas Jacobstraps en Australia, Arabia Saudí, Bangladesh, Argentina, Brasil, Buenos Aires, Corea del Sur, Croacia, Estados Unidos o Egipto. Por citar solo algunos de los 70 países a los que exporta. Y todo gracias a internet. De otra manera no hubiera sido posible.

Hoy, la empresa mantiene tres nóminas y paga todas las facturas. Lo exclusivo está de moda y no conoce la palabra crisis. Pero que nadie se lleve a engaños:

—Es muy bonito emprender, pero al principio necesitas ayudas. Capitalicé el paro, lo que implicaba su riesgo. Si no me salía bien, me quedaba sin desempleo y sin dinero.

Le salió bien. Bien para él, bien para su familia, bien para La Carolina y bien para Jaén. Porque desde su pequeño taller de dos plantas, es un humilde embajador del mar de olivos, pese a la falta de ayudas.

—No he tenido, y las que tuve me vi obligado a devolverlas.

La letra pequeña de la burocracia administrativa no esquiva a nadie. Pero el camino ha merecido la pena. Lo dijo Chris Gardner (Will Smith) en En busca de la felicidad: “No permitas que nadie diga que eres incapaz de hacer algo, ni siquiera yo. Si tienes un sueño, debes conservarlo. Si quieres algo, sal a buscarlo, y punto”. Como Jacobo.

Fuente e imagen: lacontracrónica

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