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4/7/15

El mito de las tres culturas en la España Andalusi.

Para tapar bocas a algunas mentiras extendidas, unas veces por potencias extranjeras, otras veces por motivos un poco más ocultos, siempre viene bien leer e incluso relacionar acontecimientos (alguno como el del actual Estado Islámico), que pueden iluminar a más de uno, de esa ceguera propagada y que viene bien seguir contando.

Hoy copio en esta entrada aquello que se escuchó una vez y, día a día, más corroborado como irreal que otra cosa, hablo del mito de las tres culturas en la España Andalusí.


LA DEPORTACIÓN DE LOS MOZÁRABES

Me admira mucho el silenciamiento que de algunos episodios históricos se hace. La engañifa que lleva por nombre eso de “Las Tres Culturas” sirve con sus silencios y no pocas dosis de fantasía para incrementar la ignorancia del común de los españoles, anestesiándolos con una sustancia opiácea compuesta a base de mucho presunto esplendor califal. El triculturalismo (ya saben ustedes, ese mito que dice que musulmanes, judíos y cristianos convivían en al-Andalus fraternalmente) prefiere callar un episodio muy poco conocido: el de la deportación de los mozárabes al norte de África. Los secuaces del triculturalismo no dirán ni esta boca es mía, ni mu sobre este particular. Pero en este blog se dice lo que hay que decir, con respeto pero sin tapujos.
La invasión islámica no supuso en un principio la extinción del cristianismo en los territorios ocupados por los invasores. A los cristianos que no apostataron se les cargó con un impuesto, y no fueron pocos los godos e hispano-romanos que, para no pagar tributo, se convirtieron al Islam por conveniencias, que siempre ha habido convenidos sin convicciones.
La cristiandad fue reducida a la servidumbre en los dominios islámicos de España –llamados al-Andalus – y, con excepción de los mártires voluntarios de Córdoba, liderados espiritualmente por San Eulogio de Córdoba, la resistencia fue prácticamente inexistente. El conformismo de los españoles supuso la esclavitud bajo el alfanje y el alcorán.
Martirio de San Eulogio de Córdoba, ejemplo de tolerancia triculturalista

En la época de Yusuf b. Tasufin hubo conatos de discordia entre musulmanes ocupantes y cristianos ocupados, y los musulmanes derribaron una iglesia en Granada allá por el año 1098 ó 1099. En 1125 los cristianos mozárabes prestaron su apoyo a la expedición de Alfonso I que atravesó por tierras andaluzas en una correría que sembró la desmoralización de los musulmanes, pero que no pudo cristalizar en la reconquista estable de ninguna ciudad o territorio. Muchos mozárabes pidieron a Alfonso I que los acogiera como súbditos para liberarse de sus opresores musulmanes. El rey accedió y se los llevó consigo al norte de España.
La incursión de Alfonso I llegó hasta Córdoba en 1124, y los moros quedaron suspensos sin osar salir de sus fortificaciones. Muchos mozárabes se añadieron a las tropas de Alfonso, casi diez mil, y a la zaga y bajo el amparo de las mesnadas del rey se retiraron de Andalucía, emigrando al norte una multitud de mozárabes que acabaron estableciéndose en los Reinos de Navarra y Aragón. No todos los mozárabes siguieron la senda del éxodo, abandonando su suelo natal. Muchos quedaron en Andalucía.
Los musulmanes afectaron la emigración masiva de sus antiguos cristianos sometidos y, muy irritados por las pérdidas que de ello se dedujeron, expropiaron los bienes a los mozárabes que habían quedado en Andalucía, e incluso arremetieron contra ellos en una implacable persecución a sangre y fuego, matándolos y maltratándolos. Abu l-Walid ibn Rusd, abuelo de Averroes –el Comentador de Aristóteles-, marchó a Marrakech para explicar la situación de al-Andalus y terminó por dictaminar la expulsión de los cristianos mozárabes al norte de África. Entre septiembre-octubre del año 1126 un gran número de cristianos autóctonos fueron deportados al norte de África.
Cuando los reyes cristianos reconquistaron Andalucía no encontraron ninguna comunidad cristiana en las ciudades que liberaron. Los mozárabes habían sido asesinados o deportados en masa allá por 1124. Así que todos aquellos que todavía creen en el mito de las Tres Culturas tienen sólidos argumentos históricos para, a lo sumo, poder hablarnos en todo caso de dos culturas: la judía y la musulmana, pues en el año 1126 la tercera en danza –la cristiana- fue dispersada del siguiente modo: 1.) unos por propia voluntad marcharon al norte; 2.) otros fueron exterminados en un holocausto, y 3.) los supervivientes fueron expulsados de su patria, conducidos al norte de Marruecos y evaporándose de la historia.

No estará mal recordar estas cosas, para que cuando alguien pretenda ensuciar la memoria de los Reyes Católicos, aduciendo la expulsión de los judíos, o la de los Austria que terminaron expulsando a los moriscos, reparen en que los pioneros en el uso de la deportación en masa fueron los musulmanes, expeliendo de su patria nativa a los cristianos autóctonos y exterminando la cristiandad en Andalucía.
No olvidemos la historia, si es que queremos evitar que se repita.

La Teoría de las Tres Culturas es un aleación de excrementos ideológicos que proceden de una tendenciosa interpretación histórica de España, la alumbrada por el brasileño Américo Castro. El libro “España en su historia. Cristianos, moros y judíos” (1946) supuso el foco originario de esta Teoría que establece la idea de una España sincretista como resultado del presunto mestizaje cultural de hebreos, moros y cristianos. Este libro fue escrito en Princeton (USA). Posteriormente, Américo Castro vendría a polemizar con el gran maestro D. Claudio Sánchez-Albornoz, historiador cuyas teorías no han gozado de tanta celebridad como las de su adversario brasileño. Fruto de aquella polémica entre medievalistas, Américo Castro editaba en 1954 el libro “La realidad histórica de España”, auténtico catecismo del sincretismo cultural que segrega toda la tela de araña de las Tres Culturas.

Fundamentalmente, la Teoría de las Tres Culturas pretende ser una interpretación de la realidad histórica que abarca el largo y tenebroso paréntesis histórico en que España dejó de ser Europa, para poner su cerviz bajo el yugo del Islam. Al-Andalus -que no se limitaba a las lindes actuales de Andalucía y se extiende hasta el norte peninsular-, se nos presenta en dicha teoría mitológica como una cultura floreciente y tolerante en la que musulmanes, judíos y cristianos compadreaban como si sus diferencias religiosas se hubieran borrado. Un mundo feliz en que, al parecer, no existían ni la intolerancia ni el fanatismo religioso -y si es que existían, nos dicen sus valedores, era por culpa de los “bárbaros” reinos cristianos del norte, llamados “cristianos mesetarios” por el impresentable y nefasto Blas Infante.
Cuando murió Franco y se abrió el proceso de la transición democrática era preciso dotar de antecedentes históricos a la reconciliación nacional de las dos Españas que se deseaba ensayar. Una intención muy noble. Fue entonces cuando este “Mito de las Tres Culturas” adquiría una funcionalidad nada desdeñable: el Mito de las Tres Culturas se propuso como doctrina oficialista de la Historia de España, como si ese pasado ilusorio fuese un antecedente histórico para asentar las bases de una convivencia entre las distintas ideologías enfrentadas en 1936. Y lo que en principio fue “proposición”, luego ha resultado algo poco menos que “imposición”.
Con este Mito de las Tres Culturas eficazmente implantado en la educación y en la cultura oficial, con el rango de dogma incontestable, lo que se llaman comunidades islámica y hebrea, asentadas de un tiempo a esta parte en España y creciendo imparablemente, han logrado adquirir una aparente legitimidad histórica que se fundamenta en el absurdo y suicida concepto de ciudadanía adquirido por “derecho de suelo” y no, como en Marruecos por ejemplo, por “derecho de sangre”.
Con esta teoría en las manos se explica que desde hace años algunos “españoles”, hostiles a la Iglesia Católica, vengan a exigir que la Iglesia ceda la Catedral de Córdoba para convertirla en Mezquita, o que otros iluminados propongan que el día en que se conmemora la toma de Granada por los Reyes Católicos se convierta en el “día de la Tolerancia”, impidiendo que los granadinos celebren el día de la liberación de Granada.
Abderramán era alto y delgado, rubio y con poco pelo en las mejillas. Tenía un lunar en la cara y era tuerto. Llevaba dos trenzas o dos bandas sujetas al pelo. Vestía de blanco y usaba turbante. Era elocuente, gran orador, buen poeta y pluma fácil.
(Crónicas musulmanas, descripción de Abderramán I, fundador de la dinastía Omeya).
El emir Abd Allah era de color blanco y rubicundo, de pelo rubio, pero con grandes entradas, ojos azules y nariz aguileña. De estatura mediana. Se teñía la barba de rojo con alheña y de negro con aligustre.
(Wikipedia, fuente desconocida).
…rubio, de ojos azul oscuros muy grandes, enjuto de rostro, barba rojiza, el cuerpo bien formado y las piernas cortas
 (Ibn Idhari, describiendo a Hixem II).

He aquí a los líderes “moros”: reyes nazaríes pintados sobre cuero en la bóveda de la Sala de los Reyes, Alhambra de Granada. Cosas como ésta hacen más fácil entender por qué, por ejemplo, hasta la misma mezquita de Córdoba tiene no pocas cruces gamadas camufladas en diseños geométricos.
Demasiadas veces se nos ha echado en cara la superioridad de la cultura cordobesa a la de los reinos cristianos del Norte, como si los cordobeses fueran africanos y los toledanos europeos. Digámoslo de una vez: Al-Ándalus fue probablemente la cultura más avanzada de Occidente en la Alta Edad Media, rivalizando con Bizancio y los califatos de Baghdad y Damasco.
Hay quien pretenderá restarle europeidad a la cultura cordobesa en virtud de su religión, ya que el Islam era de procedencia extra-europea. Pues bien, el Cristianismo también era de procedencia extra-europea cuando se impuso sobre el paganismo ancestral, y no por ello consideramos a la Europa medieval como una civilización no-europea.
Otros pretenderán restarle hispanidad a Al-Ándalus basándose en la procedencia extranjera de los invasores norafricanos que habían tomado el poder. En tal caso, la España gótica tampoco fue una civilización española, ya que los visigodos tenían su origen en Suecia.
Además, como veremos bien pronto, la sangre de estos invasores musulmanes no era sino un reflujo nórdico que regresaba a Europa. Y es que el nombre de Andalucía procede de Al-Ándalus, sí, pero éste nombre procede de Vandalusia, en honor de los vándalos, un pueblo germánico que se asentó brevemente en el Sur español, que fueron expulsados a Noráfrica por los visigodos, que arrasaron lo que hoy es Túnez (allí se encontraba San Agustín, quien con un poco de suerte fue pasado a cuchillo por uno de estos simpáticos guiris), y que instauraron allí un reino, desde el cual saquearon Roma como ya lo habían hecho los visigodos anteriormente. Aunque la tesis de la “venganza vándala” contra los godos es, como veremos enseguida, una excesiva simplificación, lo cierto es que los descendientes de aquellos invasores se habían encumbrado como aristocracia en Noráfrica y posteriormente se habrían convertido al Islam, adoptando nombres musulmanes.
Al-Ándalus, efectivamente, no fue una civilización africana, fue una civilización europea, bien distinguida del Magreb por su esplendor, y alcanzando el Califato de Córdoba un florecimiento que marcó sin duda la cima de la civilización islámica medieval, llegando a ser Córdoba la ciudad más grande del mundo.
En la civilización andalusí, que tenía sus núcleos de poder en Andalucía, Levante y el Ebro (similar a la presencia romana), tenemos una dilatada lista de personajes eminentes “nórdicos”, que incluye a Abderramán I, Hixem I, Abdalá I, Abderramán III, Al-Hakén II, Hixem II, Alí Ben Tasufín (el segundo califa almorávide, origen bereber, de quien nos dicen las crónicas que “tenía el rostro hermoso, color blanco, sonrosado”),  Al-Nasir (cuarto califa almohade, origen bereber, rubio y de ojos azules), Abú Dabús (último califa almohade,“extremadamente blanco, pelo rubio, ojos azules”), Al-Hamar el Rojo y un largo etc. —aunque ciertamente los hubo, como Abderramán II, que, sin llegar a ser “moros”, sí eran morenos.
¿Bereberes? ¿Persas? ¿Vándalos? ¿Eslavos? (hubo mercenarios eslavos en los ejércitos musulmanes, y concubinas eslavas en sus harenes). En muchos casos, eran directamente visigodos, o descendientes de concubinas vascongadas de los harenes de la nobleza musulmana (como por ejemplo Muzayna, la madre de Abderramán III, Subh —alias Zohbeya y Aurora—, la madre de Hixem II, Sirr Al-Husn, “esclava” de origen portugués y madre de Abdalá I, Zahra, madre de Al-Nasir, o la madre de Abú Dabús). Sin embargo, es un error atribuir exclusivamente a las madres vascongadas o visigodas el aspecto de estos hombres, ya que muchos de los fundadores de tales linajes (como Abderramán I) eran asimismo de aspecto nórdico. Sí se puede aventurar, en cambio, que estos hombres no encontraban fácilmente mujeres de su misma condición racial, razón por la cual favorecían a las mujeres procedentes de los reinos cristianos del Norte ibérico, especialmente de Vascongadas, importante núcleo nordico-rojo.
Ahora bien, que nadie se equivoque. Por mucha sangre europea que hubiese en “el otro bando” (como en el caso de persas contra griegos), “hay que” estar de parte de los reinos cristianos del Norte, puesto que un Al-Ándalus eterno hubiese significado un prolongamiento del libre flujo de población entre Noráfrica y la Península Ibérica. Al-Ándalus tenía sus focos de referencia cultural en el Magreb y Siria, mientras que los reinos cristianos tenían sus miras más puestas en Europa, y la teoría de que el fin del Islam español fue un desastre, queda fácilmente desacreditada por el simple hecho de que fue precisamente a partir de entonces cuando España se conviertió en una superpotencia militar, política, económica y cultural de orden internacional.
Realmente es una pena no disponer de demasiadas imágenes de este periodo, ya que la religión islámica prohíbe la representación de la figura humana, a pesar de lo cual han llegado algunas imágenes (señal de que los preceptos islámicos no se aplicaban a rajatabla en algunos casos) y, de nuevo, tenemos las “Cantigas de Santa María”, del Rey Alfonso X el Sabio de Castilla, donde vienen algunas escenas representando a los moros. También tenemos el “Libro de los Juegos”, de la misma época, concentrado especialmente en imágenes de moros y/o cristianos jugando al ajedrez.
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Representación del ataque que el caudillo musulmán Almanzor efectuó sobre San Esteban de Gormaz en el año 989. Nótese que hay dos negros en el ejército musulmán, y sólo un musulmán con un aspecto “moro”, arriba a la derecha, a la izquierda del negro.
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Miniatura medieval. A la derecha, caballeros musulmanes, a la izquierda, caballeros cristianos aliados con ellos, preparándose para una batalla en la ciudad marroquí de Marrakech. Nótese el aspecto racial de los musulmanes, todos blancos, y la mayoría de ellos de pelo castaño o rojizo.
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Las fuerzas navales musulmanas dirigen su atención a su almirante Arrendafe. Todos son “blancos” salvo un remero negro.
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Caballeros cristianos aliados con el Rey Omar al-Murtada persiguiendo a caballeros musulmanes del ejército del rival Abu Yusuf. Nótese una vez más el aspecto europeo de los musulmanes: a pesar de tener algunos pelo moreno, todos son “blancos” y no hay ni un solo “moro” entre ellos, ya no digamos negros. Incluso uno de los “moros” (el que se ha caído del caballo, de atuendo rosa, con una lanza cristiana en el vientre) tiene una barba claramente rubia.
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“Cantigas de Santa María”. Contingente musulmán. Nótese que entre los caballeros hay un solo individuo de complexión oscura, mientras que entre los individuos de a pie que van en retaguardia ocupados con el avituallamiento, y muchos probablemente criados o escuderos, vemos cabellos rizados y tres individuos de piel oscura, dos de ellos negros, otro moro y un cuarto (el tercero por la izquierda) que, sin tener piel oscura, parece claramente “semita”, de tipo sirio.
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Imagen sacada del “Libro de los juegos”, Siglo XIII: un monje cristiano y un caballero musulmán juegan al ajedrez. Nótese la tez clara y barba rojiza del musulmán (derecha).
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“Libro de los juegos”. Cristiano y musulmán jugando al ajedrez. Nótese una vez más el aspecto racial del musulmán (derecha).
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“Libro de los juegos”. Aquí en cambio sí vemos individuos con un aspecto que en España se entiende por “moro”, es decir, muy conguizado —realmente, estos tipos raciales serían “más que moros”, puesto que podrían pasar por tuaregs saharianos perfectamente. Es obvio que la presencia musulmana en la Península tendía a arrastrar hacia ella contingentes, por minoritarios que fuesen, de individuos con demasiadas aportaciones de genética tercermundista.
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“Libro de los juegos”. Musulmanes jugando al ajedrez. El que está hablando por el móvil parece “el más moro” de los tres.
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“Libro de los juegos”. Una dama musulmana tocando el laúd y dos jugando al ajedrez. De nuevo, aspecto “blanco europeo”, nótese el cabello castaño-rojizo de las que están ante el tablero. Nótese también cómo el código de vestimenta de estas mujeres musulmanas era mucho más flexible que el de sus correligionarias del otro lado del Estrecho de Gibraltar. La mayor tolerancia que existía en la España musulmana, junto con una genética más europea, fue lo que distinguió la atmósfera social del mundo andalusí del mundo del Magreb. Lo cual no significa que, de cuando en cuando, no irrumpiesen oleadas norafricanas (almohades y almorávides) que importasen las formas magrebíes, más fundamentalistas.
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“Libro de los juegos”. Dos musulmanes jugando al ajedrez.
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Sacado del manuscrito de Bayad wa Riyad (“El cuento de Bayad y Riyad”). Arriba: Bayad toca el laúd para unas damas, entre las que se encuentra Riyad. De todos los personajes que aquí aparecen, sólo hay una dama de piel morena. Abajo: la intermediaria le da a Bayad una carta de Riyad.
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(Pinchar para agrandar —vale la pena). Reyes nazaríes pintados sobre cuero en la bóveda de la Sala de los Reyes de la Alhambra, Granada. Sin duda una pieza importantísima para hacernos una idea de la genética de la que era portadora la aristocracia “mora” de Al-Ándalus. Y es que entre estos 10 hombres no hay ni un solo moro racialmente hablando, todos son blancos, muchos tienen ojos azules y hay dos que son claramente pelirrojos. No hay que olvidar que la Alhambra fue construida por Mohamed Ben Nazar —alias Al-Hamar el Rojo, así llamado por el color de su barba— y que, como vengo repitiendo, la aristocracia de Al-Ándalus, por paradójico que pueda parecer, era fenotípicamente “nórdica”. El hijo de Al-Hamar el Rojo fue contemporáneo y amigo de Alfonso X el Sabio. Esta familia decía proceder de unos de los compañeros de Mahoma, y con la invasión del reino godo, se habían asentado en Zaragoza, donde permanecieron hasta que cayó en manos cristianas en 1118.
Como rápida conclusión a este apartado, establezco que los contingentes “moros” invasores eran esencialmente de genética europea, que éstos en todo caso, y al menos antes de los almorávides, nunca superaron 35.000 hombres (la oleada de Tarik en 711 fue de unos 25.000 hombres, de los cuales la mayor parte regresó a sus hogares norafricanos finalizada la campaña), que la mayor parte de la población andalusí eran sencillamente españoles convertidos al Islam, y que prácticamente toda su aristocracia era “nórdica”, fuese de herencia bereber, vándala, sirio-persa, vascongada, eslava o directamente visigoda. Asimismo, dejo claro que la invasión musulmana supuso la entrada de grupos de genética oriental, magrebí y subsahariana que, aunque minoritarios, estaban claramente representados, particularmente entre las clases bajas del mundo musulmán (recordemos la anécdota de los negros encadenados en la Batalla de las Navas de Tolosa). Estos grupos, desligados del sangrante mundo de la política, las conspiraciones palaciegas, las guerras y el entrenamiento militar, tenían por desgracia una natalidad mucho mayor que sus amos y una mortandad menor. Convertidos en moriscos, fueron en ocasiones asimilados a la población autóctona, produciendo un tipo español que, por minoritario que sea, puede calificarse sin reservas como de “no-europeo”.
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Recuerdos de los moriscos y de los siervos traídos por el invasor: tanto Iván Bolado (arias Irán Bolado, jugador del Racing de Santander) como José María del Nido (alias José María del Nilo, presidente del FC Sevilla) son básicamente nordico-rojos conguizados y algo dinarizados, tipos raciales propios del Norte de África, y por tanto, imposibles de considerar como “europeos”. Contrástese con las imágenes de más arriba.
Los moriscos, que estaban principalmente concentrados en Andalucía y Levante, protagonizaron revueltas en 1572, tras lo cual fueron deportados en grandes cantidades a territorios interiores de la Corona de Castilla. En 1609 fueron deportados de España en grandes cantidades, pero como veremos en otro artículo, las órdenes de expulsión no siempre se siguieron a rajatabla (más de un señor dependía de los moriscos para cultivar sus campos y recoger sus cosechas) y, en muchos casos, algunos moriscos regresaron después de que pasase un tiempo y se “calmasen las cosas”.
 2- Jerarquía aria del antiguo Islam
ÁRABES NÓRDICOS
Nordic Arabs
Parece haber existido un elemento rubio y racialmente nórdico entre los dirigentes de los pueblos árabes, desde las épocas más tempranas. Como señaló el distinguido antropólogo de Harvard Carleton S. Coon, al referirse a la población de la meseta de Yemen:
“La gente de aspecto nórdico suele limitarse al estrato social de los funcionarios civiles y religiosos, y es más que una coincidencia el hecho de que los reconocidos descendientes del Profeta tengan la piel más clara y un mayor índice de blondismo que el resto de la población. Tal vez existió una influencia nórdica asociada a las santas familias que entraron en la región desde Hiyaz, en los primeros tiempos post-islámicos” [Coon (1939) 408-409.]
El profesor C. S. Coon también sentenció que, entre la gente de Marruecos:
“Los árabes de las ciudades comunes no difieren mucho de sus hermanos pastores y agricultores, pero esta regla no se aplica a las familias aristocráticas. Estos príncipes-comerciantes a veces son rubios y de aspecto nórdico; otros lucen como los aristócratas Mekkan de Arabia” [Coon (1939) 484.]
El profeta Mahoma (AD 570-632), fundador de la religión islámica, al parecer, tenía la piel clara; un liberto, con el nombre de Omar, describe al Profeta de la siguiente forma:
“Su rostro no era gordo ni redondeando; era blanco teñido con rojo” [Guillaume (1987) 726.]
La mayoría de las autoridades en el tema parecen coincidir en que Mahoma era moreno, pero Henric von Schwerin declaró:
“El cabello rojo sigue siendo honrado entre los musulmanes, y el mismo Profeta Mahoma se definió como pelirrojo” [von Schwerin (1960) 27.]
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Dentro del Islam muchos musulmanes siguen tiñiendo su barba de color rojo en memoria de Mahoma
Durante toda su vida, Aisha, la amada esposa del Profeta, ganó el epíteto humayra, una palabra que se ha traducido como “luz”, “rojiza”, “clara”, pero cuyo significado puede ser más precisamente representado como “rubia”. [Baltzer (1934) 206; Lewis (1990) 36; Vollers (1910) 91.]. Subsecuentemente, ella es conocida por los pueblos islámicos como “Aisha la Rubia” [Günther (1930) 168.]
Abu Bakr, el padre de Aisha, y por ende, el suegro de Mahoma, fue el primer califa del Islam (AD 632-634). Su constitución era esbelta, tenía la piel blanca; también tiñó su barba gris de rojo, en un intento de obtener una apariencia más juvenil – posiblemente una imitación y persecución de un ideal de cabello claro y nórdico. [Günther (1930) 163.]
El califa Alí (AD 656-661), primo y yerno de Mahoma, fue reconocido también por su cabello rubio, al igual que sus descendientes, quienes fundaron la rama chiíta del Islam [Grant (1981) 84-85; Lewis (1990) 36.] Sin embargo, el hecho de que los rasgos físicos que caracterizan a un auténtico descendiente de Mahoma se estén perdiendo debido a la mezcla con razas más oscuras, ha causado resentimiento en los musulmanes. Por ese motivo, el poeta sirio Abul-Ala (AD 971-1057) remarcó en una carta:
“A menudo vemos a un hombre distinguido que tiene en su casa mujeres de alto nivel y, sentada sobre ellas, una niña con un vestido de rayas comprado por unas pocas monedas; y también podemos ver un hombre cuyo abuelo paterno es un descendiente de Ali con el pelo claro mientras que su abuelo materno es un adorador de los negros”. [Lewis (1990) 89.]
A mediados del siglo XI, el autor hispano-musulmán Ibn García escribió su Risala, donde expresó sentimientos similares, vinculando rubio con nobleza y superioridad:
“De origen romano y rubio, linaje bizantino, impulsado por los poseedores de la virtud interior, la gloria lineal y la grandeza entre los rubios… gentes de piel suave entre quienes ni los egiptos ni los nabateos han impantado honor familiar bien guardado y linaje noble.”
También parece que muchos de los numerosos y diversos soberanos de la España musulmana, fueron racialmente nórdicos; el historiador español Enrique Sordo, nos informa que:
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Mujer andalusí, claramente de raza blanca
“La mayoría de de los califas eran claros o pelirrojos de ojos azules, lo que parece mostrar una preponderancia de sangre bereber o germánica. Como si estuvieran orgullosos de su origen, algunos de ellos tenían de negro su cabello, como para afirmar su origen árabe” [Sordo (1962) 24.]
Esta tendencia al blondito comenzó con el primer soberano musulmán independiente de la Península Ibérica. Abd al-Rahman I (AD 756-788), fundador del Emirato de Córdoba, era un sirio de la región de Damasco, y pertenecía a la familia imperial Omeya: era nieto del califa Hisham (AD 724 -743). Su madre era una joven esclava bereber, y su padre era el omeya sirio-árabe Mauwiya. Se dice que fue un “colosal hombre pelirrojo” [Grant (1981) 90; Sordo (1962) 23.]
Stanley G. Payne también provee otro ejemplo de cabello claro en la España musulmana:
“En eficaz Estado unificado finalmente se logró durante el largo reinado de Abd-al-Rahman III (912-961). El hijo de una princesa Navarra, el más grande de los soberanos cordobeses fue un musulmán corto y de ojos azules, que se tiñó el cabello de negro para coincidir con la mayor parte de sus súbditos. En 929 decidió incrementar su dominio desde emirato, o reino, a califato, o imperio” [Payne (1973) 23.]
El historiador del siglo XIV Ali ibn Abd Allah, en sus Roudh el Kartas, describió a un sultán moro de su época, Mohammed ben Idriss, como “rubio”.
En 1232, Mohamed b. Yusuf b. Nsr de Banu’l-Ahamar, se convirtió en sultán del Reino de Granada, una hazaña que logró mediante la consolidación de muchos reinos musulmanes en el sur de España. Mohamed I era conocido como Ib al Ahmar (hijo de el rojo), a causa de su cabello rojo, fue el fundador de la dinastía nazarí, y gobernó desde 1232 hasta 1273 [Sordo (1962) 120; Vollers (1910) 87.]
Este rasgo parece haber permanecido incluso en períodos posteriores. Abu ‘l-Hadjdjadj Yusuf I, sultán nazarí de Granada desde 1333 hasta 1354, ha sido descrito con los siguientes términos:
“Era de noble porte y estaba dotado de una extraordinaria fuerza física, y luce bien. Su piel era muy pálida y, sin embargo, según los historiadores árabes, aumentó su aspecto grave y majestuoso al crecer su barba, que había teñido de un color muy negro” [Sordo (1962) 120-121.]
Por último, la España musulmana terminó como había empezado: con un soberano de cabello claro. Mohamed XII [Boabdil] fue el último sultán de granda (AD 1482-1483, 1487-1492); Enrique Sordo lo describe así:
“Entre las pinturas en la galería del Palacio de Generalife, cuelga un retrato de Boabdil. En él, su rostro es amable, apuesto y melancólico, su complexión rubicunda y su cabello rubio” [Sordo (1962) 124.]
El Egipto islámico también tuvo bastantes soberanos nórdicos de importancia. Al-Nasir Yusuf Salah al-Din [Saladino] (AD 1171-1193) fundó la dinastía ayyubí (AD 1171- 1254), cuando fue investido con el gobierno de Egipto y Siria. Tenía ascendencia kurda, y sus contemporáneos lo describieron como alto, apuesto, de piel y ojos claros [Fossier (1968) 315; Günther (1927) 151; Weyl (1967) 41.]. Robert Gayre de Gayre nos informa que:
“Salah al-Din y muchos de sus segadores tenían sangre kurda y nórdica, lo que representaba su pigmentación más clara” [Gayre of Gayre (1972) 97.]
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Representación de Saladín, claramente de aspecto nórdico.
Al-Nasir al-Hasan, sultán desde 1347-1351, y luego desde 1354-1361, fue uno de los últimos gobernantes de la dinastía túrquica de los Bahri Mamluk, que dirigió Egipto desde 1250 hasta 1930. De acuerdo con el cronista medieval Ibn Ilyas, tenía la barba rubia los ojos de color azul apagado. [Baltzer (1934) 210; Vollers (1910) 95.]
El sultán Al-Nasir Faraj (AD 1399-1412) fue hijo de Al-Zarahir Barquq [Burji] (AD 1382-1389, 1390-1399), el primero de los soberanos de los Burji Mamluk; la dinastía rigió desde 1390 hasta 1517, y fue mayormente de origen circasiano. Ibn Iyas declaró que era de barba rubia; también señaló que tanto Al-Nasir al-Hasan como Al-Nasir Faraj, poseían lo que describió como “rostros árabes”, lo cual significa que tenían semblantes largos y nobles. [Baltzer (1934) 210; Vollers (1910) 95.]
Ibn Iyas también observó que el sultán Al-Mansur Qalaun (AD 1279-1290), de la dinastía de los Bahri Mamluk, tenía el cabello claro y una complexión también clara. [Vollers (1910) 91.]
Durante el periodo de dominación otomana, una vez más los elementos raciales nórdicos lograron una posición de ascendencia en el mundo islámico. Orhan (AD 1324-1362), el hijo de Osmán I (AD 1280-1324), quien fundó el imperio otomano en Anatolia, fue el primer miembro de la dinastía en obtener el título de “sultán”. Fue descrito como muy alto, de anchos hombres, piel clara, ojos claros y cabello rubio. El profesor antropólogo físico alemán Hans F. K. Günther lo considera como de tipo predominantemente nórdico. [Günther (1934) 189-190.]
Mehmed II (AD 1451-1481), conocido como el Conquistador, fue el sultán otomano que puso fin al Imperio Bizantino, y quien ocupó la ciudad de Constantinopla, convirtiéndola en Estambul. Una miniatura contemporánea de Mehmed, pintada por el artista Sinan Bey, lo representa como un hombre de piel clara, cabello claro y ojos claros. [Reader’s Digest Association (1974) 127.]
Mehmed II, conquistador de Constantinopla, nótese el color de la barba rojiza y los ragos nórdicos.
El dominio otomano sobre el norte de África –Argel, Trípoli, Túnez- fue extendido y consolidado por los hermanos Aruj y Kheir al-Din Barbarossa. El nombre Barbarossa deriva de la palabra italiana para “Barbarroja”, y los hermanos adquirieron ese apellido por su cabello rojo. [Baltzer (1934) 211.] Kheir al-Din (m. 1546) fue nombrado regente de Argel en 1530, y su reinado fue, en gran medida, un éxito. [Mitchell (1976) 137.]. Hans F. K. Günther se refiere a él como:
“Kheir al-Din Barbarossa, el que parecía un vikingo, fundador del reino Osman [otomano] en el norte de África, el hijo con barba roja de una griega de Lesbos” [Günther (1927) 173.]
Rpresentación del marino turco “Barbarroja”.
En enlace dado más abajo conduce a una página web que contiene represtaciones de cada uno de los sultanes otomanos. Es interesante observar como muchos de ellos tienen el cabello rojizo, los ojos claros, o una complexión clara:
También podemos señalar que el héroe nacional de Argelia, Emir Abd al-Qadir al-Jaza’iri (AD 1807-1883), quien luchó contra los intentos franceses de ocupación de su país durante las décadas de 1830 y 1840, parece haber tenido los ojos azules. [von Schwerin (1960) 28; von Schwerin (1964) 129-130.]
Las tendencias raciales en el masado islámico se han preservado en los tiempos presentes; esto ha sido demostrado por el escritor americano Nathaniel Weyl, quien tomó nota de los hechos relevantes de la siguiente manera:
“Como Gayre observa convincentemente, existe una correlación entre blondismo y caracteres caucasoides, por un lado, y el estatus social y liderazgo, por el otro. Esto no es un fenómeno reciente ni es un reflejo del superior prestigio y poder que los nórdicos y otros pueblos rubios han venido disfrutando en los tiempos modernos…
Como el actual líder del mundo árabe, Henric von Schwerin, que ha señalado la medida en que tiende hacia lo rubio y el tipo nórdico.
Las minorías cristianas de la zona son, como el Dr. Gayre ha observado, casi siempre superior en status, inteligencia y capacidad que los musulmanes, y poseen al mismo tiempo características más caucasoides y rubias.Por otra parte, las naciones más vigorosas, ingeniosas y progresistas de la región – Líbano y Jordania, en particular – son las que tenían las minorías cristianas más numerosas y mayor influencia visible de genes nórdicos” [Weyl (1967) 28-29.]
El elemento nórdico en el mundo islámico sigue desempeñando un importante rol – esto se demuestra por el hecho de que muchos de los principales estadistas en la historia reciente de Oriente Medio (en particular, quienes han organizado las causas de liberación nacional e independencia) han sido predominantemente de tipo nórdico: por ejemplo, Mustafa Kemal Atatürk (1881-1938), fundador de la moderna Turquía. Durante la Primera Guerra Mundial, luchó contra los aliados en Gallipoli, y después del armisticio de 1918, evitó la conquista europea en Anatolia. Después de deponer al sultán otomano, se declaró presidente de Turquía (1923-1938), e inició un rápido y profundo proceso de modernización y secularización, que en buena medida tuvo éxito en la occidentalización de la República de Turquía. Era rubio y de ojos azules – características que, al parecer, heredó de su madre albanesa. Como resultado, Henric von Schwerin ha sentenciado que Atatürk:
Ataturk, raza nórdica
“debe ser caracterizado como predominantemente nórdico…” [von Schwerin (1960) 27; von Schwerin (1964) 128.]
Haj Amin al-Husseini (m. 1974), el Gran Mufti de Jerusalén, fue una de las personas más importantes en la historia reciente de Oriente Medio: fue, durante un largo periodo de tiempo, el líder más importante del movimiento por la liberación de Palestina, así como presidente del Congreso Islámico Mundial. Durante su vida fue reconocido no solamente por sus actividades políticas, sino también porque su barba era de color rubio-rojizo y sus ojos eran azules. La autora sueca Karin Johnsson comparó al Gran Mufti con Saladino, y Henric von Schwerin lo consideraba:
“uno de los tipos nórdicos más pronunciados entre los musulmanes de renombre de la actualidad” [von Schwerin (1960) 27; von Schwerin (1964) 128.]
Mufti de Jerusalén
Entre los líderes de la rebelión argelina contra Francia, Ferhat Abbas (n. 1899), el primer presidente de la GPRA [Gobierno Provisional de la República Argelina, N. de VSL], desde 1958-1961, tenía los ojos verde-grises. [von Schwerin (1960) 30; von Schwerin (1964) 130.] Otro alto oficial del FLN, Ahmed Boumendjel, jefe de la delegación de la GPRA en las negociaciones en Melun, en 1960, era claro, alto y de buena constitución. Se decía que sus facciones eran casi como las de un francés [von Schwerin (1964) 130.] El coronel Houari Boumédienne [Mohamed Boukharouba] (1925-1978) fue el líder de la ALN, y después de que la independencia con respecto a Francia fue garantizada en 1962, se convirtió en presidente de Argelia (1965-1978). Era conocido como “el sueco”, por su cabello claro; era descrito como:
“pálido, pelo rubio rojizo, bigote rojizo, y pequeños ojos azul-grises.” [von Schwerin (1964) 130.]
Habib Burguiba (n. 1902) fue una figura destacada en la lucha por la independencia de Túnez contra la dominación francesa, y en 1934 fundó el Partido nuevo Destour, como medio para lograr ese fin. Después de la independencia en 1956, se transformó en el primer presidente de Túnez (1956-1987); tenía los ojos azules. [von Schwerin (1960) 28; von Schwerin (1964) 129.] En Siria, el sultán Atrash, líder de la rebelión drusa contra Francia durante la década de 1920, tenía la piel muy blanca y ojos azules. [Günther (1930) 152; von Schwerin (1960) 27; von Schwerin (1964) 128-129.] El emir Adil Arslan, otra importante figura en la rebelío, tenía los ojos verde-azulados y características fuertemente nórdicas. [von Schwerin (1960) 27; von Schwerin (1964) 129.]
Muhammad Idris al-Senussi [Idris I] (1889-1983), emir de Cirenaica, y rey de Libia (1951-1969), según se decía, tenía “tranquilos ojos azules” [von Schwerin (1960) 30; von Schwerin (1964) 129.] El general Nuri-es-Said (1888-1958), primer ministro iraquí durante muchos años, tenía igualmente ojos azules. [von Schwerin (1964) 128.] Finalmente, podemos señalar que Muhammad Ayub Khan (1907-1974), presidente de Pakistán (1958-1969), era alto, de complexión clara y ojos grises. Algunos periodistas franceses han dicho que:
Rey Idris I de Libia, ojos azules, facciones mediterráneas-nórdicas
“a juzgar por su apariencia y sus modales, bien podría ser tomado por un alto oficial británico…” [von Schwerin (1960) 28; von Schwerin (1964) 128.]

Fuente e imágenes: laverdadofende.wordpress.com

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