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23/11/14

Conferencia de Juan M. Patón acerca de San Juan de la Cruz.

Conferencia sobre el Santo patrón de nuestra localidad que realiza Juan M. Patón y que copio aquí, como entrada a cuento de las festividades que estamos celebrando este fin de semana en La Carolina.

HISTORIA DE LA DEVOCIÓN A SAN JUAN DE LA CRUZ EN LA CAROLINA:
ORIGEN Y FUNDACIÓN DE LA HERMANDAD.
INTRODUCCIÓN
Comienzo esta conferencia cuyo fin es el dar a conocer la historia de nuestra Hermandad patronal haciendo una apreciación. El carolinense es un ser excepcional. Tiene en sus raices la esencia cosmopolita de saberse español por acogimiento. Nuestra españolidad, nace del esfuerzo y del trabajo de nuestros antepasados que lucharon, arrancando a la sierra tierras para el cultivo o mineral de sus entrañas, siempre en la espera de un futuro mejor que ofrecer a sus hijos. El carolinense forma parte de un pueblo que se ha conformado por gentes venidas de sitios dispares, lo que nos confiere una personalidad peculiar con luces y sombras. Luces cuando defendemos la pervivencia de nuestras costumbres, aunque no lo sepamos, y sombras, desgraciadamente, cuando no valoramos nuestro legado histórico.
Cada vez que decimos erroneamente que somos un pueblo nuevo, que no tenemos tradiciones, echamos por tierra un precioso legado. El de un pueblo nuevo, sí, pero que nace de una aldea que hunde sus raices, de forma documental, ya en los siglos XV y XVI, que en el siglo XVIII se elige para ser la cabeza de un proyecto de colonización que todas las naciones europeas seguirían con gran interés. Una ciudad que nace al compás del siglo de las luces, que ya desde su concepción aporta la racionalidad en su diseño como mejor legado. Una ciudad que cuenta con unos monumentos diseñados por los arquitectos y maestros de obras más importantes con los que contaba españa, aunque nosotros, por la costumbre, muchas veces no sepamos valorarlos.
Y sobre nuestras tradiciones, ¿quién puede señalar su novedad? Otra cosa es que precisamente por eso, por ser tradiciones, no sepamos fijar su origen y el desconocimiento haga el resto. Cuando ya en 1566 los primeros ermitaños alfombran las calles por las que había de pasar la procesión del corpus, cuando ya desde 1768 celebran la candelaria con hogueras y procesión de candelas, cuando San Juan de la Cruz y la Purisima son patrones desde el siglo XVIII, mientras que la Virgen de las angustias, patrona de granada, lo es desde 1889, más de un siglo después, y su fiesta se señala como tradicional.
El problema de esto, y aquí radica la gravedad, es que cuando un pueblo no conoce sus raices, otros vienen a aprovecharse y arrebatarnos lo que nos pertenece. Y sin pudor manipulan la historia, ante la seguridad de que los afectados, bien sea por desidia o desconocimiento, no van a replicar.
Esto es lo que nos ocupa con el caso de San Juan de la cruz. Tan nuestro es, tan asumido lo tenemos, que nunca reparamos en que contamos con la primera Hermandad de la que se tiene constancia en el mundo fundada en honor del Santo. Que cuando en su propio pueblo natal, Fontiveros, es la Parroquia, a falta de Cofradía, la que se ocupa de su fiesta, La Carolina se sabe sanjuanista hasta la médula. No reparamos en que contamos con la Hermandad matriz que resume con más fuerza en españa la devoción al Santo Doctor que hacemos nuestro. Que fuera de aquí se valora al Santo por su obra escrita, por ser poeta, de los mejores que ha tenido España. Pero esa admiración intelectual nunca ha calado en nosotros. A San Juan no lo queremos por poeta, lo queremos por ser nuestro Patrón. Y por eso nos sorprende que en toda España, sólo existan dos hermandades en honor del Santo. Lo que para el carolinense debe ser motivo de orgullo, nos pasa sin pena ni gloria.
ORÍGENES DE LA DEVOCIÓN SANJUANISTA EN LA CAROLINA
Para arrojar luz sobre el origen de esta antigua Hermandad, hay que comenzar por una pregunta: ¿desde cuando arranca la devoción en nuestro suelo a nuestro santo?, yo respondo sin duda. Desde que vivía.
Ya en vida de San Juan los frailes del convento de la Peñuela sienten especial predilección por el santo. Lo invitan a entregar el hábito a novicios, hacen que desvíe muchas leguas su camino con excusas para poder tenerlo entre ellos. El prior de aquella comunidad dice que a todos les parecía que resplandecía Dios en él. El Padre Francisco de San Hilarión, conventual de la Peñuela, dice que todos los religiosos de aquella casa estaban muy contentos de tenerle allí, como a padre a quien tenían por santo.
El santo, no viene desterrado aquí, como algunos escriben de forma erronea. La realidad es que los frailes quieren que parta a las Indias, para tenerle lejos de España, pero el ultimo capitulo de la orden lo ha dejado sin cargo, lo que hace innecesario tal traslado. Se le pide que señale a que convento de Andalucia quiere partir. Los escritores remarcan el hecho de que él diga que no viene a hacer su voluntad, y que en cualquiera estaría bien. Pero parecen olvidar que San Juan elige La Peñuela, y deja escrito: me he venido a La Peñuela para embarcarme para otras Indias mejores, y aquí pienso acabar los pocos dias que me quedan de vida. Esto parece que también se les olvida. Bien conocía el Santo esta casa, porque catorce son las veces que recala en ella que tenemos documentadas, en estancias mas o menos cortas, hecho que también suele omitirse.
San Juan es perseguido en la Orden. Incluso hay quien desea despojarle de su hábito. Él sin embargo, en la Peñuela, quizás por vez primera en su vida, es feliz. Cuando enferma, tiene muy claro el intento de volver a La Peñuela en cuanto se reponga, y así lo deja escrito en una carta. En Úbeda se le recibe con cajas destempladas. El prior de aquella casa no lo quería y parece que todo le sienta mal. Prohibe visitas, se queja de las atenciones, regatea medicinas, y hasta le duele la comida que come. El Prior de La Peñuela, Fray Diego de la Concepción, que acudía a visitar a San Juan a menudo se da cuenta. Se encara con el Prior de Úbeda y se lo recrimina. Le dice que no se preocupe, que desde La Peñuela le enviaran la comida. Vuelto a su convento envía cuatro fanegas de trigo para los frailes y seis gallinas para San Juan.
San Juan va a cantar maitines al Cielo, siendo conventual de La Peñuela. Inmediatamente aquella sencilla comunidad comienza a venerarlo ¡ya le tenían por santo! Los frailes comienzan a difundir por la comarca su fama de santidad. Hasta tal punto es, que sabemos que ya en 1694 desde Vilches se envían al Convento de San Juan de la Cruz de la Peñuela 50 reales, y comienzan a multiplicarse las misas de intención que los comarcanos encargan en el Convento. Qué importancia no tendría el culto a nuestro Santo, que al convento de Jesús María del Monte de La Peñuela ya se le conocía únicamente como el convento de san Juan de la Cruz. ¡¡cuando aún no estaba siquiera canonizado!!, hecho que ocurriría en 1726.
En la actual ermita existía ya en aquella época un cuadro que ocupaba el altar mayor, como hoy día, y ese pequeño oratorio era considerado un santuario, pues así se le nombra en toda la documentación antigua. En torno a este cuadro se condensará la devoción sanjuanista, bajo la que se fundará la Hermandad.
SIGLO XVIII
En 1767, sobre la antigua aldea de La Peñuela se funda La Carolina, como Capital de las Nuevas poblaciones de Sierra Morena. Utilizado el templo conventual como parroquia de la naciente población, Olavide pone a La Carolina bajo la tutela de la Inmaculada Concepción como Patrona, adoptando a propuesta suya el templo el nombre de la Purísima Concepción y San Carlos el 9 de Julio de 1769. Desde ese primer instante muchos se referirán al culto inveterado y frecuente que se le daba a San Juan de la Cruz hasta la fundación, lo que nos da idea de la magnitud del mismo y su antigüedad, sin duda sostenido por la Cofradía de Nuestra Señora del Carmen de La Peñuela, hermandad fundada en 1657 y suprimida por orden del Obispo de Jaén en 1766, un año antes de fundar nuestra ciudad.
Pero Olavide sabía muy bien que la devoción a San Juan de la Cruz podría acarrearle problemas e intentos de fundación de cofradías, algo que además de prohibir el fuero, le contrariaba, ya que no era precisamente amigo de cofradías y santos, teniendo una fe más centrada en el culto único a Dios en "espíritu y verdad"
Efectivamente, no se equivocaba. A poco de fundada la colonia, son muchas las cartas recibidas en el Tribunal del Santo Oficio denunciando que ha reprobado y suprimido el culto inveterado y frecuente que había a San Juan de la Cruz en uno de los pueblos que manda.
Fray Romualdo de Friburgo, fraile capuchino alemán, llega en 1770 a La Carolina y ve en este asunto la ocasión perfecta para socavar la figura de Olavide, al que consideraba principal responsable de una colonizacion que estaba decidido a arruinar. Este religioso escribe incansablemente de forma compulsiva multitud de cartas, denunciando a la Inquisición el proceder de Olavide. Denuncia, por ejemplo, que a mi ha amenazado destruir la capilla, que todavía está dedicada a San Juan de la Cruz, para impedir, y acabar con la devoción, que yo procuro conservar a aquel único santuario entre mis feligreses.
También denuncia al vicario diciendo que tiene en su casa y a su uso una ventana de vidrios, cual ha quitado de la capilla de San Juan de la Cruz, como si fuera el más digno de ella, y deja la dicha capilla descubierta y expuesta a la ruina, como ya por aquella falta padece daño y escandaliza a la gente.
Curiosa es la queja que Fray Romualdo formula contra el Vicario Lanes Duval, diciendo que ha mandado quitar de la Iglesia unas señales de gracias recibidas y puestas a las Imágenes de la Inmaculada Concepción y San Juan de la Cruz, lo cual nos da ya una idea de la devoción de La Carolina al Santo desde su primera hora fundacional.
En defensa de Olavide escribe el vicario Lanes Duval a la Inquisición, aportándonos datos importantísimos sobre el culto sanjuanista en los primeros diez años de vida de la ciudad. En primer lugar informa que en estos años, vienen celebrándose en la Parroquia, aun sin ser día de precepto, delante de una estampa (aun no se contaba con imagen) la misa de san Juan de la Cruz con Solemnidad. Y añade: a pesar de cuanto ha escrito y dice el Padre Fray Romualdo, que especialmente se había dedicado en este Oratorio de San Juan de la Cruz, Misa todos los viernes del año, sin que nadie ciertamente se lo estorbase.
El grupo de devotos, manejados en su mayor parte por el capuchino alemán, terminan haciendo lo que Olavide temía. Aunque Fray Romualdo pretendiera establecer la Cofradía de San Juan de la Cruz como tapadera de su fraternum foedus, lo cierto es que Olavide declara al respecto: Ya tenía fraguada una [cofradía] con nombre de San Juan de la Cruz [...] A pesar de la miseria en que estaban por los moderados socorros con que vivian, les obligaba a que le llevasen huevos, pollos, y otras cosas de que disponía a su arbitrio... Que San Juan de la Cruz no necesitaba aquellas ofrendas [...]
Preguntado por la Inquisición en 1777 el motivo de no aprobar la Cofradía, El Intendente responde que "No estaba tampoco en mi mano erigir Cofradías y menos en la de Fray Romualdo, era necesario licencia del Rey. La aprobación del Sr. Obispo de Jaén, y que hubiese necesidad de semejante establecimiento, que en el estado actual podría ser nocivo, inductivo de Bandos y facciones".
Es en este primer intento de los años 1770 a 1774, cuando se conforma el primer grupo organizado en torno al santo, que primeramente trabajan como simple grupo de devotos debido a la prohibición de establecer cofradías, pero que en cuanto tiene la primera ocasión, funda la Hermandad de San Juan de la Cruz de La Carolina.
Al caer Olavide en desgracia, asume la Intendencia de las Nuevas Poblaciones D. Miguel de Ondeano. En la carta que el Intendente Ondeano envia a Muzquiz el 29 de Diciembre de 1782 informa sobre la ampliación del templo parroquial y añade:
[...] Nuestra Señora de la Concepción que es patrona de esta colonia y la tutelar de todas sus iglesias [...] Resta solamente la adquisición de dos efigies que deben colocarse colaterales al altar mayor: una de San Carlos, declarado patrono de esta iglesia, y otra de San Juan de la Cruz, compatrono aclamado por la decisión decidida de los fieles de esta Capital, y por cuya intercesión se han verificado del Todopoderoso beneficios extraordinarios en esta Capital.
Una mala interpretación de este párrafo dió pie a ciertas leyendas urbanas que sugerían que San Carlos había sido el primer Patrón de la Ciudad y fue sustituido por San Juan de la Cruz. Nada más lejos de la realidad. La explicación a esta confusión es muy fácil de entender. Partiendo de la base de que los patronazgos son perpetuos, hay que aclarar que Ondeano se refiere a la Inmaculada como PATRONA DE ESTA COLONIA, y San Carlos, PATRONO DE ESTA IGLESIA. Al bendecir un templo, se pone bajo el patronazgo del Señor, de la Virgen o de los Santos. Olavide, al bendecir la Parroquia, propuso los nombres de La Inmaculada y San Carlos, nombre que actualmente sigue ostentando, por lo cual, tanto la Purísima como san carlos son desde 1769 y hasta hoy PATRONES DEL TEMPLO, Y DE SU FELIGRESÍA.
El desconocimiento de este hecho motivó que terminara dándose el nombre de San Carlos a la Parroquia de nueva construción que hoy conocemos, cuando la realidad es que San Carlos ya daba nombre al templo principal de la ciudad. Y el desconocimiento motivó que a partir de los años 50 del pasado siglo se comenzara a titular erroneamente a San Carlos como Copatrón de la ciudad, sin nombramiento oficial alguno, y sin justificación, pues ya nuestros fundadores lo dejaron como Patrón de la Parroquia Principal y su feligresía. La Carolina tiene en efecto dos copatronos: La Inmaculada Concepción y San Juan de la Cruz. Una nombrada por la Intendencia y el otro impuesto por los primeros carolinenses.
La Primera Imagen Patronal, preciosa talla obra del escultor riosecano Manuel Adeba Pacheco, es recibida en La Carolina en 1784 con satisfacción del Intendente, por el tiempo que termina la ampliación de la ermita , sufragada a expensas de la devoción de los fieles [...] Cabe señalar que Ondeano, al igual que Olavide, era contrario a la erección de Cofradias en las colonias,aunque bajo su mandato el Obispo ordenó la erección de Cofradías en las colonias.
El grupo de fieles, que ya vimos con fray romualdo, y mediante sus limosnas amplian la ermita, son el germen que da origen a nuestra Hermandad. Al ayudar en la preparación de la Solemnidad del Patron y del gasto de cera de la fiesta, fueron conformando un grupo devocional, que por imperativo del fuero no podía poseer reconocimiento oficial de su existencia (que a veces, en otras cofradias, ni llegaba a tenerse, pues como sabemos, Carlos III, el 25 de junio de 1783 resolvió abolir todas las cofradías sin aprobación real o eclesiástica, ante la gran cantidad de corporaciones que carecían de estatutos o aprobación de ninguna clase).
SIGLO XIX
Las primeras décadas del siglo XIX marcan negativamente el devenir histórico de las colonias. La Invasión napoleónica, la guerra, la supresión del fuero de población y la situación calamitosa hace que La Carolina sufra altas cotas de miseria y necesidad. No escapará nuestra Hermandad a estos hechos, que provocaron la suspensión de la fiesta en algunos años aislados de la Invasión napoleónica y la Guerra de la Independencia. Al suprimir el fuero en 1835 se crea el primer Ayuntamiento, y ya desde su primera hora se refleja en sus actas el culto a nuestro Patrón. Como ejemplo, en los presupuestos municipales de 1835 y en los de 1837, se presupuestan 200 reales para la procesión de San Juan de la Cruz.
Es este siglo el de la consolidación de nuestra tradicional fiesta patronal. Nos deja como legado algunos de los elementos más característicos de nuestra tradición. Así, en 1863, la Hermandad estrena el actual estandarte, que ostenta el escudo carmelita, que desde entonces nuestra corporación adoptará como escudo propio hasta nuestros días.
El ayuntamiento se esmera en el ornato y la iluminación especial de las calles para la fiesta, que cada vez va alcanzando mayor lucimiento. Por medio de sus actas municipales, podemos conocer la vida de la Hermandad. En 1881, el Presidente de la Hermandad invito al cabildo municipal a la fiesta y procesión de San Juan de la Cruz. El año 1882 será el punto que marca el inicio de la primera época dorada de nuestra Hermandad. El Ayuntamiento concede la celebración de una nueva feria que coincida con la fiesta que de tiempo inmemorial se viene celebrando en esta ciudad en honor de su Patrono, cuya asistencia corporativa estima obligatoria.
Fiestas que incluso contaban con toros. El Ayuntamiento acuerda en 1889 que con el fin de solemnizar en la medida de lo posible la festividad, así como para facilitar recursos a la Hermandad por medio de corridas de novillos, para la ayuda de gastos de dichas corridas se faciliten a la referida Hermandad 50 pesetas. En 1891 el consistorio se ofrece a costear uno de los festejos taurinos que se hagan.
En 1893 sólo se celebra la fiesta religiosa (solemne función y procesión). La Hermandad emite un comunicado público anunciando que la autoridad ha diferido en la cuestion de fiesta y sólo se celebraría la de Iglesia. No obstante, la corporación acuerda costear los fuegos artificiales.
SIGLO XX
A principios de siglo se produce una ola de expansión del fenómeno cofrade a lo largo de todo el país, y especialmente en Andalucía. La Carolina no va a permanecer ajena a este movimiento. En 1891 se había reorganizado la Hermandad de la Virgen del Carmen y al año siguiente se funda la Hermandad del Sagrado Corazón de Jesús. A partir de 1899 se constituyen cofradías pasionales Dolores (1899) Nazareno y Expiración (1900) San Juan (1901) María Magdalena (1902) y Columna (1928).
Nuestra Hermandad modifica sustancialmente la forma tradicional de portar al Santo en la procesión, abandonando las andas sobre las que procesionaba hasta entonces, estrenando en 1909 un artístico trono que presentaría como novedad la incorporación de ruedas, sistema que ya nunca abandonaría, convertido ya en parte de su idiosincrasia.
En la década de los 20 surge un hecho que ha vuelto a repetir a lo largo del tiempo en diferentes ocasiones. Al objeto de engrandecer la salida procesional de San Juan de la Cruz, la Hermandad dispone que la Imagen San Carlos, Patrón titular del templo, preceda al trono del Patrón de La Carolina. En 1926 por primera vez, la Cofradía anuncia la salida procesional de San Carlos Borromeo acompañando a San Juan, San Carlos iniciaría el cortejo procesional, en un primer periodo que tan sólo duraría 10 años.
Pero si de algo se puede sentir especialmente orgullosa la Hermandad, sin duda es de su gran labor asistencial. En 1909 se hace entrega a los carolinenses que marchan a la defensa de Melilla el día 23 de Noviembre una medalla conmemorativa y un donativo en metálico. La Hermandad reparte 3000 raciones de pan los días de la festividad, entrega donativos a los presos, a las Hijas de la Caridad, al Hospital San Segundo, a la Asociación de señoras del ropero del pobre. También reparte cartillas de la Caja Postal de ahorros para los niños escolarizados.
SEGUNDA REPÚBLICA Y GUERRA CIVIL
La Instauración de la Segunda República (1931-1936) hace que el esplendor que la Hermandad había adquirido decaiga súbitamente. La Carolina, ciudad minera, va a vivir de forma intensa las agitaciones sociales que caracterizan a este período histórico.
En 1931, el Presidente elegido para ese año no aparece ante el miedo de señalarse como católico y faltos de una Junta de Hermandad, no se organizan festejos. Por la mañana, la Misa Mayor es presidida por un canónigo de la catedral de Jaén. Cunde el desánimo pensando que San Juan no recorrería ese año las calles carolinenses. Sin embargo, un grupo de jóvenes se lanzan enfervorecidos y sacan la procesión, la cual se desarrolla sin el más leve incidente. Pero por desgracia, sin la brillantez acostumbrada.
D. José Bernabéu, es el presidente en 1932, primer año que por disposición gubernativa no se puede celebrar la procesión, quedando, la parte católica reducida a los cultos internos. No obstante si se celebra la fiesta popular en honor del santo carmelita. En 1933, la Hermandad, a pesar de no poder celebrar la Procesión, intenta de todas las maneras organizar algún acto público. El Ayuntamiento lo trata en pleno, concediendo permiso para el castillo de fuegos artificiales, para los conciertos y para la traca del día 24, pero no para la procesión.
Una moderación en las posturas anticlericales permite que San Juan vuelva a recorrer triunfal las calles de nuestra ciudad en 1934. La prensa nacional se afana en destacar la imponente cantidad de gente que lo acompaña, el adorno con colgaduras en todos los balcones y la cantidad de ramos de flores que arrojan al paso del Santo. Idéntica situación que se vive en 1935.
El 18 de Julio de 1936, un sector del ejército se levanta contra el Gobierno de la República. El golpe de estado proyectado fracasa, sumiendo a España en una triste contienda entre hermanos. Y aprovechando las dramáticas circunstancias, el día 29 de Julio de 1936, un grupo de exaltados entran en la Iglesia Parroquial, destrozando cuanto hay en ella, perdiéndose innumerables obras de arte, respetadas en la invasión francesa, tales como el gran órgano monumental, óleos de la escuela de Ribera, así como toda la imaginería, entre ella, varias obras del siglo XVI del convento de la Peñuela, perdiéndose lamentablemente víctima de la incultura y la barbarie la Imagen Patronal.
REORGANIZACIÓN
Año de 1939. La contienda termina el 1 de Abril con el último parte de Guerra. Nuestra Hermandad entiende pronto su labor. La junta, presidida por D. Germán Pousibet Figueroa, médico del Centenillo, emprenden una labor titánica, devolver a la Carolina sus fiestas patronales, y con ellas, olvidar las tristezas pasadas. Disponen tan sólo de 7 meses para organizarlo todo. Para allegar fondos, la Hermandad organiza en Octubre de 1939 una novillada nocturna, tras los bailes y una gran verbena en los jardines adyacentes a la plaza. El ruedo de la plaza de España aparece engalanado y se registra un lleno total. Los toros eran de D. Celso Pellón y la crónica nos dice que salieron bravos y con trapío.
La nueva Imagen, obra de D. Enrique Bellido Miquel, en pasta de madera policromada, realiza su primera procesión acompañado de un crucificado, que hoy se venera en la ermita, que se logró salvar de la destrucción siendo escondido. Y de esta forma, queda de nuevo restablecida la vida de nuestra Hermandad y el culto de los carolinenses a su santo Patrón.
Al año siguiente, en 1940, el Obispado de Jaén aprueba los nuevos Estatutos de la Hermandad. Se abre así un nuevo periodo en el que nuevos bríos impulsan a nuestra Hermandad a la que será conocida como la segunda etapa de esplendor que tendrá su punto álgido en la década de los 60. Con una Misa Solemne, se restaura de forma oficial la Hermandad, presidiendo la misma el General D. Luis Lombarte, jefe de la jurisdicción aérea. Asiste al acto asimismo la Presidenta de la recuperada Asociación de Señoras, rama de la Hermandad, Doña Concha Pousibet del Campo. Se abre así un nuevo periodo deesplendor que tendrá su punto álgido en la década delos 60.
Destacan sobremanera los actos conmemorativos del año 1942, IV Centenario del nacimiento del Santo. De forma excepcional, San Juan procesiona más tarde que de costumbre, iniciándose la solemne procesión en torno a las 9 de la noche, reservándose el castillo para la noche del día 24, a las 11 y media de la noche, en la Plaza de España.
En 1968, un accidente a la salida de la Procesión provoca que la Imagen Patronal quede dañada, por lo que la Hermandad decide encargar una nueva imagen, réplica dela anterior, a Don Ramón Cuadra Moreno. Obra en madera policromada y estofada por Don Marcelo Góngora Ramos. Esta es la Imagen que actualmente posee la Hermandad, que bendecida el 21 de Noviembre de 1969, cumple 45 años con nosotros.
El agotamiento de los gremios que venían ostentando la representación de la Hermandad, junto con el cambio litúrgico de la festividad, y un postconcilio mal entendido, van a provocar que la fiesta deje de celebrarse desde 1971 hasta 1979, volviendo a quedar reducida la fiesta a los cultos internos y la novena. En 1979, un grupo de jóvenes se proponen recuperar la fiesta, y San Juan vuelve a encontrarse con su pueblo, en un periodo de nuevo esplendor.
Y hasta aquí nuestro recorrido. De lo que acontece de 1980 en adelante no necesitamos estudiarlo. Es la memoria viva de muchos que nos acompañais hoy aquí. La historia, queridos amigos, pasa por nuestra vida y no se detiene, siendo el legado que recibimos ayer, lo que habremos de entregar mañana.
De la etapa que hoy vivimos, otros tendrán en un futuro la misión de documentarla. De explicar como una Hermandad que hunde sus raices en el siglo de las luces encara el presente de un mundo globalizado. Estudiarán la manera en la que conservamos la tradición, y habremos de rendir cuenta de ello, porque lejos de ser los destinatarios de esta herencia sanjuanista, somos meros transmisores.
Por mi parte ya solo queda desear que con este breve repaso hayais podido valorar el precioso legado que La Carolina tiene depositado en su Hermandad decana, y que comprendais, que lo que hoy somos se asienta en dos pilares indisolubles. Dos concepciones distintas, pero no excluyentes. Dos gigantes. Olavide y San Juan, razón y fe, que para el mundo son motivo de separación pero para nosotros se abrazan de forma singular en la Iglesia y el Palacio. No puede amar La Carolina quien no venera a San Juan de la Cruz ni honra a Olavide, porque ellos dos resumen de forma magistral nuestra esencia.
Muchisimas gracias a todos
¡¡VIVA SAN JUAN DELA CRUZ!!
La Carolina y Noviembre de 2014

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